Un pequeño claro en el Bosque.

Era medianoche ya pasada, y la primera de las lunas brillaba con fuerza en lo más alto, acompañada por miles de titilantes estrellas que hacían del firmamento el más bello espectáculo que ojos algunos habían podido observar jamás. Rodeando el claro, un muro impenetrable de árboles dejaba caer las primeras hojas del otoño, las cuales volaban suavemente mecidas por el viento hasta encontrar el reposo sobre el tupido manto de hierba que cubría cada palmo del suelo.

El silencio sepulcral de aquel solitario lugar fue roto por el lejano sonido de un búho. Suspiré mirando al cielo y me perdí en las nubes.

En ese momento, en un instante en el que me fuí por completo de la realidad el escuchar pasos, me hizo regresar. Todo quedo en silencio, solo escucho el sonido de mi respiración entrecortada por la preocupación de quien o que era lo que provoca esos pasos.

Frente a mis ojos se abre una puerta cegándome por un instante la filtración de la luz de la luna que entraba desde unos ventanales que están detrás de aquella silueta. Estoy en shock, no hago ni un solo movimiento con la esperanza de que pueda pasar desapercibido y aquella figura se marche pero muy en el fondo sabia que no seria así.

La silueta se aproxima, después de unos cuantos pasos se inclina sobre mi, cierro los ojos a causa del gran temor que me esta inspirando la situación.

¿Alice que hacés teniendo miedo?

Me sentía como una estatua, una estatua viviente, sí es que existía esa sensación. Estaba inmóvil, sumida en un cúmulo de sensaciones inexplicables, tenía imágenes, recuerdos, cosas de mi pasado que aparecían como diapositivas en una sala de estudio, estaban y se iban. Y yo seguía sin entender.
No calculé el tiempo en el que estuve sentada bajo la luna, el frío sobre mis mejillas me hacía poner la piel de gallina y eso me gustaba, me hacía sentir que estaba... viva.
La sombra que se acercaba cada vez más, tomó la forma de un humano, y su aroma me lo confirmó. Podía percibir los latidos de su corazón que fueron los que de alguna forma me despertaron de mi estado de vegetal, y luego, el sacudón, la mano en el hombro, y su voz grave con tono de incertidumbre.
Regresé. Froté mis ojos, y acomodé mi pelo.

-Hola.- dije con una voz suave que no creo que alcanzó a oír.

-Disculpa, estaba en un estado de meditación, tú sabes, el encuentro con uno mismo y esas cosas.- intenté dejarlo tranquilo, o no preocuparlo, o que no pensara que estaba era una desquiciada en medio del bosque.

*al instante siguiente en que me explicó lo que estaba haciendo, me sentí un idiota al tener tan poco tacto de la situación, y por haberme asustado por el hecho de que la muchacha no reaccionaba...me disculpé lo mejor que pude*

-Oh, disculpa mi torpeza, de verdad, no tenía idea de que meditabas...sinó no hubiese...es que me pareció extraño encontrarme con alguien en este sector del bosque...y más extraño aún los sonidos que emitías y....

*me detuve...estaba explicando demasiado y corría el riesgo de utilizar algún término que le pareciera grosero, pues sabía de meditación lo mismo que de puntillas para vestidos de fiesta...Miré alrededor*

-Ahora que lo pienso, este debe ser un lugar increíble para meditar, si es que supiera cómo hacerlo...Con los sonidos nocturnos llenos de vida y el aroma húmedo del aire...

*aspiré con sonora fuerza, reí y le extendí la mano*

-Soy Brad...¿y tu?

El humano se disculpó por la supuesta interrupción a mi meditación. En fin, no me resultaba nada bueno hacerlo sentir culpable, por la expresión de sus ojos parecía que de verdad lo lamentaba, asíque hice una sonrisa mostrando los dientes y con mi mano, derecha, palmeé su hombro derecho, como muestra de que deje de preocuparse por tal interrupción.

Por como estaba vestido parecería que estaría explorando algo, quién sabe qué cosa, de noche, en el bosque, eso era algo que me hacía dudar, ¿Ya conocería mi condición? Por las dudas debía mantenerme atenta.

-Encantada Brad, mi nombre es Alice, Alice Cullen. ¿Estabas de excursión o algo por el estilo? Sabes que es raro encontrar humanos por esta zona, y mucho menos de noche.- había cometido un error que me dí cuenta cuando finalicé de hablar, dije humanos, ¿acaso él pensaría que yo no lo era?

*dudé un poco antes de responder, ¿había dicho que era raro encontrar humanos?...supuse que era algún tipo de broma privada...entonces sonreí y le seguí la corriente*

-Bueno...no sabría decirte con certeza si soy un humano al 100%, algunas personas dicen que soy un híbrido entre humano y pez...¿no lo has notado?

*reí juntando las piernas y encogiendo los brazos en forma de aletitas para imitar a un pez. Luego retomé la cordura y continué*

-Si, me han dicho que el paisaje nocturno que ofrece el bosque es fascinante...así que aquí estoy comprobandolo por mi mismo...¿y tu? ¿hacías algo más a parte de meditar?

Este chico tenía un buen sentido del humor, me quedé pensando en lo de su cruza con el pez. Y sonreí mostrando mis dientes cuando me lo contaba.

-La noche cuenta historias, antes de meditar pensaba, pensaba y pensaba. ¿Sabías que estoy acá y que todo empezó por una taza de café? Estaba en la mesa, la taza con café se desprendía del humo blanco y un olor agradable, seco y amargo. Dos sorbos pequeños me devolvieron el sabor de la bebida. Por un momento mi boca se humedeció. Dos días sin él: demasiado. Pensé en alguna manera de tenerlo. No encontré ninguna dentro de las normas. Nadie puede robarse a una persona, no debe. Tendría que hacer las cosas bien, que nadie sospeche de su falta, ni siquiera él debería saberlo. La idea acarició mi mente con suavidad, con yemas dulces del inconsciente. Apenas me insinuó su presencia cuando comenzaba a impacientarme la búsqueda infructuosa de una solución. Un clic me despabiló y la respuesta cayó como una palabra justa para un poema.
El duelo entre realidad e ilusión me atrapa, me consume.- parecía que veía en él, una especie de psicólogo o de esas personas que una paga para que te escuchen y después te ayudan a saber que hacer. Pero me dí cuenta que había largado todo, y no quería asustarlo. Entonces dije:

-Ya sabés... Cabeza de una tonta enamorada.-

*asentí cruzando mis brazos y mirando a nuestro alrededor, oyendo los sonidos de los pequeños animales que abundaban en la noche, el susurrar del viento entre las hojas de los árboles y el arrastrar de las que ya habían encontrado su fin en el musgoso suelo que las había visto nacer.*

-Entiendo, a veces es necesario alejarse para pensar en silencio, sacar cuentas, arribar a determinadas conclusiones...es algo...saludable diría yo...

*dije adoptando una expresión comprensiva y comprometida al hablar...*

-y no creo que estar enamorada te transforme en una tonta...más sensible tal vez, pero tonta nunca...tontos son los que no se atreven...

*vi en su mirada que algo la perturbaba e intenté hacerla sentir mejor aunque sólo tenía una vaga idea de lo que se trataba, por sus pocas palabras...*